¿Dónde está la imagen del rompecabezas que soy?
Este artículo fue traducido del original con la asistencia de ChatGPT.
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“Es como si estuviera intentando armar un rompecabezas sin tener la imagen de referencia: el rompecabezas de quién soy. Intentaba dibujar esa imagen con las historias de mi diálogo interior." – De mi artículo anterior: Profundizar es Atravesar Tu Propio Ruido.
¡Qué difícil es discernir el camino para conformar nuestra identidad cuando intentamos vivir conscientemente! Porque es bastante fácil hacerlo mientras dormimos.
En el artículo “Profundiza”, investigué cómo discernimos nuestro camino a través de las capas de la realidad y descubrimos que nuestras propias capas están interconectadas o entretejidas con las de la realidad. Es un laberinto que debemos recorrer y del que debemos extraer nuestras propias conclusiones. Pero, ¿cómo podemos comprender que los animales y seres no racionales tienen todo lo necesario para vivir y evolucionar, y nosotros requerimos un gran esfuerzo para lograr lo mismo? ¿No es ese el tema principal del relato de Adán y Eva en Génesis (2:4–3:24)?
Entonces, ¿estamos conectados o desconectados de la realidad? Y si es así, ¿cómo?
Las historias que nos contamos a nosotros mismos son clave; revelan quién creemos que somos, y pueden vislumbrar el camino hacia lo que podemos llegar a ser. Las historias son una sucesión de ideas que tienen sentido y propósito. Lo que revela las capas de la realidad es el significado que buscamos a través de esas historias y que nos permiten discernir nuestro camino hacia el cumplimiento del proverbial “sed fecundos y multiplicaos” (Génesis 1:28). Funcionalmente se nos dio este “mandato” con el surgimiento de nuestra conciencia – ¿o deberíamos decir que fue revelado por nuestra elección al usarla? Porque, nos guste o no, hay un programa interno que nos impulsa a alcanzar logros – a menos que algo esté mal dentro de nosotros.
Ese impulso colisiona con nuestras ideas sobre el mundo creado una continua tensión. Es curioso cómo tendemos a pensar que “el mundo es malo”, que está pleno de engaño, injusticia y traición. Pero en el Génesis, el escritor bíblico se esfuerza en afirmar que “la creación es Buena”. Lo repite siete veces (Génesis 1), y en hebreo antiguo, siete es el número de la plenitud, el número de la completitud irrefutable. Así que no hay mal en la creación; la oscuridad en el mundo es el resultado de nuestras elecciones y acciones.
Está servido el dilema humano: si la identidad es crucial para nuestra transición hacia la realización del propósito fundamental de nuestra humanidad, y nuestras acciones y decisiones enredan nuestra capacidad para discernir el camino a seguir – ya que el mundo es como lo hemos hecho – ¿estamos condenados a no poder liberarnos de las consecuencias de nuestras propias acciones?
“La belleza salvará al mundo.”
- Fyodor Dostoevsky, El Idiota (1869)
Este anhelo de orientación no es nuevo. Desde la antigüedad, los pensadores han intentado nombrar las fuerzas que nos llaman desde adelante. Probablemente fue Sócrates quien propuso primero que la virtud y la búsqueda de la Verdad y la Bondad nos impulsan hacia la plenitud humana. Platón luego desarrolló esta idea en una tríada — Belleza, Bondad y Verdad — las ideas eternas que moldean nuestro devenir, como dioses que nos atraen hacia nuestro telos (nuestro propósito último o meta esencial).
Hay belleza en la Verdad, bondad en la Belleza, y verdad en la Bondad… todas están entretejidas en una revelación incluyente de la naturaleza y quizás también de la humanidad. Creo que eso es lo que quiero investigar en este artículo. ¿Son rasgos de carácter de ese Otro?
Pero ¿por qué podemos percibirlas y ser conmovidos por ellas si estamos entrelazados en una realidad de engaño, medias verdades y desorientación interior? Una muy buena razón es porque las capas de toda la realidad están estructuradas y constituidas por Belleza, Bondad y Verdad. Además, nuestra conciencia parece compartir y estar compuesta por la misma estructura que las capas de la realidad. Sin embargo, se nos otorgó un rasgo especial que nos permite orientarnos por la voluntad a través de nuestras decisiones – y así, debemos a tientas intuir nuestro camino a través de esta entrelazada creación que nosotros mismos hemos tejido con la tríada especial.
Si donde ponemos la atención se expande, entonces, ¿cómo configuramos el diálogo interno de nuestra mente para que gire en torno a estas tres grandes características de las capas de la realidad? ¿Cómo evitamos ser arrastrados de nuevo hacia la oscuridad que hemos creado mediante nuestra ignorancia y ceguera voluntaria?
Lo que no es oración
Los seres humanos no pueden evitar tener fe como fundamento de todo lo que hacen… Sin ella, la vida se volvería una cascada insoportable de elecciones y dudas que nos sobrecogen y paralizan. Exploramos esta idea más a fondo en el artículo El Problema del Marco.
No podrías sentarte en una cafetería a disfrutar una conversación si constantemente dudaras de que el café está envenenado o de que la silla no soportará tu peso. No podrías conducir tu coche si no creyeras que los frenos funcionarán cuando los necesites. No podrías enviar a tu hijo a la escuela si no confiaras, al menos en parte, en que los maestros se preocuparán por él o que el entorno es seguro. Incluso abrir un grifo para beber agua presupone fe en una vasta infraestructura invisible que sostiene nuestro mundo.
Cada acción, desde la más mundana hasta la más ambiciosa, se sostiene sobre una confianza silenciosa de que las cosas funcionarán como se espera; de que las personas actuarán, en general, dentro de márgenes morales; de que los sistemas se mantendrán; y de que nuestros esfuerzos darán fruto.
La fe no es una virtud abstracta… es el principio operativo de la vida humana.
La fe nos da la visión que necesitamos para navegar las capas complejas de la realidad… para filtrar lo que es y lo que no es. Nuestra identidad utiliza la fe como la vista, y se fortalece con los resultados que confirman su cohesión e integridad.
El dilema está en que la identidad no está fundida en molde ni tiene constitución sólida; es una singularidad maleable que se moldea por nuestras creencias, las ideas que sostenemos como propias, por las circunstancias que rebotan como reacción a nuestras acciones, por la interacción con los demás y cómo ellos perciben nuestra identidad – todas esas capas están entretejidas en una interacción sutil que opera con tal velocidad que nuestra mente no la percibe, y realiza microajustes constantes para evitar que la “identidad” se agriete o se desestabilice – y así utilizamos nuestra fe para seguir avanzando.
Hay momentos en los que toda esta malla de interacción dinámica se detiene en seco. Uno de ellos es cuando nos encontramos con la Belleza, la Bondad y la Verdad. Salimos del remolino de nuestra identidad y somos absorbidos por un Otro que nos recuerda que fuimos hechos para más.
Algunas experiencias nos conmueven tan profundamente que intentamos recrearlas. Para algunos, esto se convierte en adicción o compulsión – un intento desesperado por escapar del peso de la vida cotidiana. Para otros, lleva a la búsqueda, a la oración o plegaria, al deseo de que ese momento de claridad o trascendencia se haga parte de la vida diaria. En todos los casos, el Yo vislumbra una salida… y desea más. Todos estos casos comparten una ilusión de percepción: no fue algo creado por nuestras acciones. Fuimos despertados de nuestra historia interior como un regalo gratuito, fue gracia – fue la estructura misma de la realidad moviéndonos hacia el Sentido, tratando de despertarnos y hacernos humildes para recibir más… ¡mucho más!
Quizás compensa el fuerza del instinto animal que perdimos con el surgimiento de la consciencia… un misterio en toda regla.
Historias externas que modelan nuestras propias historias
Las historias bíblicas están llenas de relatos de este tipo, y sin embargo las hemos descartado. Nos hemos acostumbrado tanto a esas narrativas, que su Belleza, Bondad y Verdad ya no logran despertarnos de la adormilada vida que llevamos.
Y el ángel del SEÑOR se le apareció en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía.
– Éxodo 3:2
Moisés encontró algo que desafiaba las leyes de la realidad, un Otro que no encajaba en su comprensión de la realidad del mundo. Lo frenó en seco. Su atención fue atraída y se acercó para investigar…
Entonces dijo Moisés: “Iré ahora y veré esta gran visión, por qué causa la zarza no se quema.” Y viendo el SEÑOR que él se acercaba para mirar, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: “¡Moisés, Moisés!” Y él respondió: “Heme aquí.”
– Éxodo 3:3-4
En esta historia en particular, es la interacción de Moisés con esa realidad la que “lo detiene en seco” y, en su tiempo, termina revelándole quién era en verdad, no quién él creía ser.
La Belleza, la Bondad y la Verdad nos llaman en todo momento, pero estamos enredados “atendiendo” nuestros asuntos. Son las llamas de la esencia primordial que constituyó la realidad desde el inicio del tiempo. Pero estamos tan sobreestimulados que estamos dormidos ante la Belleza, la Bondad y la Verdad… nos hemos vuelto tan cínicos que creemos que son una construcción cultural. Si lo fueran, durarían en nuestra mente lo mismo que un anuncio comercial. No, ellas son las columnas que sostienen el edificio de todo lo que existe, las características principales del Significado, la esencia de lo que buscamos – ellas sostienen en lo que estamos llamados a convertirnos. Son la llamada a la aventura, a salir de nuestro letargo y descubrir en quién hemos de transformarnos.
Otra historia bíblica nos recuerda ese llamado
En Génesis encontramos a un anciano que aún vive en la casa de su padre y está satisfecho con la abundancia y la comodidad de la vida… habita en su zona de confort.
El SEÑOR le había dicho a Abram: “Vete de tu tierra, de tu familia y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré.”
– Génesis 12:1
La llamada a la aventura sigue siempre resonando para que avancemos y seamos más. Es la manifestación contundente de “sed fecundos y multiplicaos.” Nuestros instintos pueden no ser suficientes para impulsarnos hacia quien estamos llamados a ser; necesitamos una relación distinta con las capas de la realidad.
Cuando elegimos seguir el llamado, nada garantiza que todo saldrá bien ni que no surgirán problemas. De hecho, lo contrario es cierto. La aventura de nuestras vidas es ir dónde no sabemos para llegar a ser quienes debíamos ser desde el nacimiento.
“Hay dos grandes días en la vida de una persona: el día en que nace y el día en que descubre por qué.”
– Mark Twain
No puedes escapar de ello, y si lo haces, lo haces bajo tu propio riesgo. Buscamos sentido como combustible para avanzar, y usamos la fe para vislumbrar hacia dónde vamos. Toda clase de historias capturan nuestra necesidad de “ser fecundos y multiplicarnos”. Y hay más: hay una promesa en seguir esa llamada de aventura. En la Biblia, Dios le confirma a Abram:
“Haré de ti una gran nación, y te bendeciré; engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
– Génesis 12:2-3
Esa es una relación con la realidad que representa el objetivo último de la vida – no ese “ser feliz”. Para comprender el sentido de esta promesa en su contexto: para un pueblo del desierto, la garantía de supervivencia es el número; “haré de ti una gran nación” es el valor más importante para una familia nómada. El resto de la promesa describe una relación ideal con la estructura de la realidad.
En círculos cristianos, el cambio que ocurre al dirigir nuestra fe hacia Aquel que es la Fuente y el Fundamento de todo – El Cristo – permite que la persona nazca de nuevo.
Lo que está oculto en las capas de la realidad nos llama a despertar
Cierto, nuestros instintos no bastan para guiarnos en la vida; cierto, hay belleza en seguir la llamada a la aventura… estamos hechos para encontrar la bondad escondida en nuestras capas y descartar al cínico que es el necio interior que quiere salirse con su antojo a cada paso. Ser feliz no es nuestro objetivo – la felicidad es efímera, un objetivo como humo. La alegría es el resultado de una actitud, lo que recibimos cuando tenemos fe en Aquel que nos llama a seguirlo.
Las ‘ideas en movimiento’ nos enseñan el camino. Relatos profundos muestran cómo actuar, cómo ser y cómo compartir nuestra travesía hacia el destino. Aférrate a aquellas ideas que te edifican, busca las historias que te recuerdan quién eres en realidad. Sabes que necesitas sacrificarte, sabes que necesitas arriesgar la seguridad de tu zona de confort. En este mundo del continuum tiempo-espacio, cuanto mayor es el volumen, más atracción ejerce sobre todos los satélites – personas y situaciones… La Belleza, la Bondad y la Verdad son los elementos más pesados y poderosos, que trascienden nuestros instintos y están intentando despertarnos – son como el sol que nos atrae hacia sí, buscando mantenernos cerca para darnos el calor y la vida que necesitamos para cumplir nuestro propósito fundamental: “sed fecundos y multiplicaos.”
Resulta que… la imagen de referencia siempre estuvo allí, esperando la viera.
Para mí, están encarnadas en Jesús El Cristo. Y cuando tengo fe en Él, me da valor para entrar en la aventura que estoy llamado a asumir, y su gracia transforma mis pensamientos, las historias que me cuento, y fortalece mi voluntad, despertando cada aspecto de mi conciencia y transformándome desde adentro.